REFLEXIONES NOVIEMBRE 2010
Elías R. Daniels H.
INTRODUCCION
El siglo XXI se caracteriza por una creciente disconformidad, tanto en el Orden Interno de los Estados, como en el Orden Internacional. Numerosos serían los temas e inagotables las agendas que pudieran recoger las insatisfacciones acumuladas, por los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas ONU, luego de varias décadas, reclamando soberanía bajo el régimen internacional establecido por la Carta de la Organización de la ONU[1]. Esto es fácilmente comprobable cuando revisamos los últimos resultados de las asambleas generales de la Organización de las Naciones Unidas[2], especialmente el 65° período de sesiones de la Asamblea General 2010. Los debates conjuntos sobre los Resultados de las Grandes Conferencias y Cumbres de la ONU, la Reforma del Consejo de Seguridad, la Cuestión Palestina, la Situación en el Medio Oriente, el Embargo Comercial a Cuba, los Derechos Humanos, la Aplicación de las Resoluciones de la ONU, el Cambio Climático, y los Océanos y el Derecho del Mar; entre otros, son evidencia de estos disensos. Sin embargo, cualquiera sea la iniciativa para abordar las complejidades del mundo actual, siempre estarán presente la libertad y la soberanía; la libertad del hombre para pensar y para actuar, y la soberanía de los Estados para decidir participar y actuar.
El concepto de soberanía está arraigado en la arquitectura genética social del hombre, con su percepción de pertenencia, de autonomía, del espacio y de la sobrevivencia; pero esa concepción no es estática, se modifica con la dinámica social que provocan los cambios en los procesos políticos. Estos cambios, en los procesos políticos, han determinado que el concepto originario de soberanía del Estado-Nación haya evolucionado con el discurrir de la Historia, siempre procurando estar en sintonía con las demandas sociales de los pueblos y adaptándose al Orden Internacional prevaleciente.
LA SOBERANIA Y LOS ESTADOS MODERNOS.
El reto político que tienen actualmente los Estados soberanos es adaptarse a los irreversibles y difícilmente predecibles cambios que se están dando, donde la soberanía continúa siendo objeto y sujeto de los procesos políticos. Soberanía, autoridad y poder; son conceptos asociados al origen de la organización de los Estados Modernos, cuando estos conceptos eran admitidos y dogmatizados de manera indivisible. Pero en la actualidad esto no es así. Para el siglo XXI, los cambios impuestos por la dinámica social han establecido diferenciaciones en su concepción y en su aplicación. Los Estados soberanos del siglo XXI se han visto obligados, introducir modificaciones en su ordenamiento jurídico nacional, para autolimitarse en el ejercicio de la autoridad y del poder, mediante tratados, convenciones, acuerdos multilaterales y bilaterales que les impone el Orden Internacional prevaleciente; en el cual la complementariedad y la interdependencia actúan como reguladores y condicionan la membresía y pertenencia en la Comunidad Internacional.
La complementariedad y la interdependencia, son consecuencias de las deficiencias de recursos o de la dinámica que inducen las Relaciones Internacionales. Cuando los gobiernos toman decisiones políticas para atender viejas y nuevas deficiencias, afectan los intereses de sectores, tantos nacionales como extranjeros, los cuales utilizan y fundamentan sus argumentos, más por la cualidad de los costos/beneficios que por la conveniencia social. Lo que ha determinado que siempre haya sido y continúa siendo difícil vender cambios políticos cuando se afectan las relaciones comerciales y económicas, por cuanto implican sacrificios o renuncias para amplios sectores de la sociedad, los cuales se expresan desde una resistencia frontal hasta el escepticismo o la indiferencia.
Cuando estas apreciaciones las contextualizamos en los resultados de la última Reunión Ordinaria de la Unión de Naciones Suramericanas UNASUR, realizada el 26NOV2010, en Georgetown, Guyana; nos percatamos que los gobernantes suramericanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela) firmaron el Tratado Constitutivo del 23MAYO2008, aceptando la unión suramericana como una conveniencia política que les permite desarrollar relaciones multilaterales de mutuo beneficio; pero condicionado por preceptos ideológicos que moderan su conducta.
Asumiendo la cualidad ideológica de la soberanía, nos damos cuenta que cuando estos gobernantes invocaron el irrestricto respecto a la soberanía, sin precisar los alcances de su concepción e impacto en las convenciones, tratados y acuerdos vigentes sobre la celosa soberanía, estaban evadiendo el aspecto sustantivo de la integración suramericana que se procura: “Construir un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político”. Para el 26NOV2010, cuando Guyana asumió la Presidencia Pro tempore de la organización, el tratado no había sido ratificado por nueve miembros necesarios para poder entrar en vigencia, con todas las consecuencias que se derivan de esta falencia. Llama la atención que Brasil, el gran promotor de esta iniciativa, era uno de los países que aún no lo habían ratificado.
Soy de la idea que en este mundo globalizado e interdependiente, la integración es requisito necesario para que un Estado alcance los objetivos internos y externos que se propone; para lo cual considero la integración como un proceso político entre países soberanos, el cual implica modificaciones en las relaciones de soberanía. Unas modificaciones que deben adoptarse mediante decisiones soberanas, para ceder, delegar, o compartir aspectos de su exclusiva competencias nacionales. Todo ello en procura de crear nuevos estadios y mayores espacios para mejores y mutuos beneficios; donde la supranacionalidad, expresada y regulada por el Derecho Comunitario, está presente para facilitar la funcionalidad del proceso[3].
Lo discutido anteriormente nos habilita para fundamentar cuatro argumentaciones:
1. El vocablo soberanía, como enunciado, expresa la independencia y autonomía de un Estado para decidir sus propias cuestiones; pero la interacción de ese Estado en la Comunidad Internacional determina una autolimitación de esa autonomía, la cual, al materializarse implica pérdida relativa de independencia. 2. Desde los inicios de la Historia registrada de la civilización, las organizaciones sociales y políticas han fundamentado su cohesión e identidad en referencias conceptuales que garanticen la sobrevivencia, la pertenencia y faciliten la estructura de control y de poder. Construyendo ideologías con objetivos materiales (espacios físicos y recursos) y espirituales (imágenes y cultos) que motivaron arriesgar la vida en defensa de esos valores; que hoy día son asimilados como soberanía. 3. La dependencia es condición natural en toda empresa social, lo cual es extensible a las organizaciones políticas creadas por el hombre. Todos somos dependientes, en lo material y en lo espiritual, aspecto que hace de la soberanía una utopía. 4. La soberanía solo puede existir como una referencia conceptual, materializada en representaciones objetivas, la cual se invoca cuando se pretende que una iniciativa de organización política, tenga identidad propia y pueda ser aceptada como un ente diferente, autónomo e independiente.
Estas argumentaciones nos permiten concluir en que los Estados cuando reclaman soberanía, están solicitando reconocimiento para una organización social y política distinta, que para mantener su cualidad, utiliza la soberanía como una utopía ideologizante[4].
LA SOBERANIA ES EXCLUYENTE.
Al contrario de la cultura, un comportamiento social que puede ser compartido sin reclamar exclusividad. En la soberanía, la disposición que tiene el ciudadano para aprehender la noción, imagen, percepción o fantasía de lo político, social, económico y de los espacios geográficos constituye el fundamento que líderes políticos utilizan para impulsar comportamientos de propiedad y de usufructos excluyentes.
LA SOBERANÍA UN CONCEPTO IDEOLOGIZANTE
El vocablo soberanía, al igual, que patria es un concepto ideologizante, alienante e impulsa hacia posiciones radicales que consideran la violencia como una opción válida para imponer, mantener o defender concepciones. Todo ello porque se asocia esas concepciones, exclusivamente, con la subsistencia. Sin embargo, el discurrir histórico se ha encargado de moderar esas concepciones para crear nuevas acepciones de soberanía, las cuales han permitido considerar la soberanía en estadios diferente de la exclusividad, determinando una disminución en las incidencias de la soberanía como motivación de los conflictos. Ahora, observamos que la experiencia de las guerras y conflictos, por causa de la soberanía, ha determinado en los Estados, una actitud más prudente y de cooperación que propugna el entendimiento y la negociación sobre la confrontación[5]. Un ejemplo que refleja estos nuevos tiempos, es la forma de cómo la Comunidad Internacional organizada, ha tomado en cuenta las lecciones de la Guerra de Irak, para el manejo del conflicto nuclear con Corea del Norte y con Irán.
¿Cuántas guerras se han hecho invocando la soberanía? ¿Cuántos conflictos existen en nombre de la soberanía?
La mayoría de los analistas tratan de explicar la historia de la humanidad por medio de las guerras, y en ese sentido, el texto clásico de la Política y de la Estrategia … La Guerra del Peloponeso[6] constituye la primera referencia sistematizada de cómo el hombre, a partir de concepciones inculcadas en un proceso formativo, iniciado desde niño, construyó ideologías que se expresaban en espacios físicos y recursos (lo material) o imágenes y culto (lo espiritual); las cuales eran aceptadas como valores y motivos suficientes para arriesgar la vida si fuere necesario.
Las relaciones entre aldeas, ciudades, metrópolis, colonias y ligas eran relaciones de alianzas y dependencias practicadas por las incipientes organizaciones políticas, para disfrutar una relativa autonomía e independencia que les permitiera decidir algunos asuntos de la cotidianidad, y de protección ante amenazas extranjeras. Esos reconocimientos mutuos, condición sine qua non, para formar parte de un Sistema Político imperante; no eran más que ejercicios restringidos de soberanía sobre los espacios físicos, los pobladores y los recursos correspondientes a esas organizaciones políticas constituidas. Un Sistema Político que funcionaba y se apoyaba en la supremacía de un poder hegemónico fundamentado en el uso de la fuerza, el temor y la persuasión, razón suficiente para que las personas se vincularan, por convicción o por razones de subsistencia.
Cuando se afirma que el concepto de soberanía surgió en Europa, durante siglo XV, para justificar el poder absoluto del rey; no se están analizando, en su justa dimensión, las organizaciones políticas predominantes en la antigüedad, puesto que ahora resulta conocida la existencia de otras formas de organización política, en especial China y Japón. La concepción euro centrista de explicar el Orden Internacional, exclusivamente, a partir de los acontecimientos políticos europeos no es correcta.
Mucho antes del siglo XV existían instituciones sociales y organizaciones políticas, en otros continentes, que deben ser tomadas en cuenta para devenir en una mejor explicación de los sistemas políticos, y en particular, las concepciones de soberanía, independencia, autodeterminación y las relaciones entre las unidades políticas que concurrieron a una etapa determinada en la evolución de la civilización. Hasta ahora, la mejor referencia histórica para abordar la evolución del concepto de soberanía es la obra de Tucidides, La Guerra del Peloponeso[7]. Todos sus ochos libros; pero en especial el Libro I, trata sobre el poder, las relaciones de poder, las instituciones sociales, las instituciones políticas, la organización política, las relaciones entre las organizaciones políticas, la autonomía, la independencia, la autodeterminación, la hegemonía de las potencias, los conflictos entre las organizaciones políticas, la guerra y la paz.
Para Tucidides, el funcionamiento de ese Orden Inter Organizaciones Políticas (Ligas, Colonias, Metrópolis, Ciudades, Pueblos y Aldeas) se basaba en relaciones de hegemonía y sometimiento. Así lo describe Tucidides en el Libro I, especialmente en los capítulos 34-38-76-y 78, cuando relata la intervención de los embajadores atenienses ante la Asamblea espartana[8].
“… Por ejemplo, ustedes, lacedemonios, ejercen hegemonía sobre las ciudades del Peloponeso, tras haber influido para que se organizaran según les convenía(…) Por otra parte, no hemos sido los primeros en establecer el principio, sino que desde siempre está instituido que el mas débil sea sometido por quien es más poderoso…”
Como se aprecia a lo largo de sus textos, Tucidides reconstruye la historia de las relaciones entre las organizaciones políticas, sin recurrir a las referencias míticas; y nos expone el sometimiento y la aceptación de un Poder Supremo como práctica de las relaciones políticas entre las Potencias, las colonias y entre las alianzas; lo cual constituye la referencia escrita más original de las relaciones de soberanía entre las organizaciones políticas. Sin embargo, debemos advertir que este hecho no descalifica la concepción euro centrista trabajada, durante mucho tiempo, por numerosos estudiosos del tema, sino que la contextualiza en una etapa histórica coincidente en sus orígenes y convergentes en la evolución del concepto de la soberanía.
Cuando el Trabajo de Tucidides lo consideramos con otros autores: Herodoto[9] (Trata la organización social y política de los pueblos bárbaros y los griegos), Calistenes de Olinto[10] (Trata la organización social y política de los persas y los griegos), y Plutarco[11] (Vidas Paralelas y Los Moralias donde trata sobre las organizaciones
sociales y políticas griegas y romanas); nos damos cuenta de que la concepción de soberanía, expresada en hegemonía, dependencia, autodeterminación, y autonomía relativa, durante la antigua Grecia , se originó como una utopía para justificar la dominación dentro de las organizaciones sociales y para desarrollar relaciones entre las organizaciones políticas constituidas, que procuraban un orden armónico de paz y convivencia. Al principio eran los espacios físicos, los recursos naturales y las personas quienes eran objetos de una manera de posesión, fundamentadas en la identidad y las costumbres (lo que los hacía diferentes dentro de los grupos sociales y entre los grupos sociales).
Esa sensación de pertenencia modelaba la conducta de las personas, desde un deseo de solidaridad incluyente con sus semejantes, hasta la confrontación excluyente con los diferentes. Esta conducta fue y continúa siendo inculcada en la actualidad bajo referencias conceptuales de instituciones, patria, país, nación o Estado; para lo cual se invoca la soberanía como visión que garantiza la existencia de esas nociones.
Así fue como en toda la geografía desarrollada por la organización social y política del hombre, y no solamente en la Grecia Antigua o Europa, que surgió la soberanía, bajo denominación distinta; pero con la misma idea de posesión para disponer de los espacios físicos, los recursos y las personas; acciones que materializaron la ambición del hombre por dominar, controlar y ejercer poder sobre sus semejantes, los espacios físicos vitales y los recursos que garantizan la supervivencia.
HASTA DONDE LOS ESTADOS MODERNOS SON SOBERANOS.
En la actualidad, los Estados tienen límites para el ejercicio de la soberanía, unas limitaciones que ellos mismos se imponen, para interactuar en la comunidad internacional, o aceptan imponerse como consecuencia de la toma de conciencia por los efectos de la globalización y la interdependencia[12]. Los Estados Modernos cuando invocan la soberanía para reclamar igualdad en el Sistema Internacional, están persuadidos de que esa igualdad es una igualdad de mutua conveniencia, la cual es utilizada por las Potencias para los fines del consenso necesario sobre temas determinantes de la seguridad y la paz internacionales, que procuran su propia estabilidad; y por los otros Estados, para recibir asistencias, protección o preferencias en las relaciones bilaterales.
Paraguay no es igual a Brasil; sin embargo, para los efectos convenientes del MERCOSUR, UNASUR, de la OEA y de la ONU, ambos Estados proclaman y se reconocen igualdad. ¿Puede Dominica ser igual que USA? ¿Qué circunstancias surgen para que los Estados insulares del Caribe sean considerados iguales en la OEA y la ONU? Son preguntas, cuyas respuestas, expresadas en manifestaciones soberanas, reclaman igualdad; pero evidencian la desigualdad, especialmente en lo que respecta a la soberanía.
En este sentido, vale la pena transcribir algunos acuerdos consensuados en la 60° sesión de la ONU en el año 2005:
• Reafirmación para preservar la igualdad soberana de los Estados.
• Cumplimiento de buena fe de las obligaciones contraídas en la Carta.
• Ningún Estado puede permanecer totalmente aislado.
• La vital importancia de las grandes conferencias y cumbres de las Naciones Unidas.
• Vivimos en un mundo interdependiente y globalizado. Las amenazas actuales no distinguen fronteras nacionales, están interrelacionadas y deben abordarse en los planes mundial, regional y nacional.
• Reafirman la autoridad del Consejo de Seguridad para imponer medidas coercitivas.
La soberanía, al igual que la autarquía, sino se caracteriza es una utopía, es un abstracto que se invoca para preservar la sobrevivencia y disfrutar la relativa autonomía que permita la autodeterminación de los Estados modernos. Para que sea válida, la soberanía debe ser reconocida por los otros. Sin embargo, a veces, ese reconocimiento mutuo no resulta suficiente, debido a que depende de los intereses políticos, económicos y físicos de los demás Estados; y como bien sabemos, esos intereses son modificados por las dinámicas sociales internas, los desastres naturales, los cambios políticos y/o los colapsos económicos en el sistema internacional.
Entonces nos preguntamos, ¿Por qué las organizaciones políticas que se consideran autónomas e independientes para tomar decisiones, constituyen alianzas y se integran?
Ejemplo lo representa la constitución de UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) en MAYO2008. La respuesta es simple. Esas organizaciones políticas y ahora los Estados soberanos establecen alianzas o se integran, por necesidad y por temor a perder protagonismo en la comunidad internacional, invocando como pretexto la soberanía; las organizaciones multilaterales lo hacen para expresar la solidaridad como capacidad de influencia colectiva y los Estados, por ambas cosas, aprovechando la solidaridad para disfrazar la necesidad y el temor de perder libertad e independencia.
La cumbre más representativa del Hemisferio Americano (Grupo de Río y la II Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo CALC celebrada en Riviera Maya México FEB2010) evidencia los signos de los nuevos tiempos. En el documento final se habla de cooperación, de coordinación, de infraestructura y otros temas que procuran la integración y desarrollo; y no se menciona el vocablo soberanía.
Los Jefes de Estado y de Gobierno tienen diferentes concepciones sobre la soberanía; por lo que evitaron las consecuencias de un debate sobre concepciones que impiden la concertación y la integración necesaria.
En conclusión, cuando los Estados constituyen alianzas o se integran, están renunciando derechos de soberanía para poder continuar reclamando la utopía de la soberanía, una utopía que continúa siendo la concepción ideologizante de la organización política predominante: El Estado.
[1] Art.2: .1 La Organización está basada en el principio de la igualdad de todos sus miembros.
[2] Programa Trabajo ONU 2010 A/INF/65/3.
[3] Revista Mundo Nuevo USB Instituto de Altos Estudios de América Latina, Caracas, Año II, N°4 (Julio- Diciembre) 2010, Elías R. Daniels H., UNASUR: Aspiraciones y Frustraciones Pág. 225.
[4] La ideología es absolutamente abstracta, es conocimiento que se expresa en entendimiento, capaz de materializarse en conducta o actuación. La ideología nos impulsa a comportarnos de una u otra forma. En este Trabajo, lo ideológico conforma la percepción que se tiene de lo político, de lo social, de lo económico y de los espacios geográficos.
[5] Art. 2 Carta de la ONU: Los miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.
[6] Tucidides, escritor griego (460 AC-390 AC) Consta de 8 libros. Reconstruye la Historia de la guerra entre Esparta y Atenas; a partir de indicios lógicos y apartados de la referencia mitológica.
[7] Historia de la Guerra del Peloponeso, Obra Completa .Madrid Editorial Gredos. Traducción y Notas J.J. Torres Esbarranch.
[8] Cap.76.Libro I referido por Alfonso Gómez Lobo. Profesor Universidad de Georgetown USA, Selección de Textos Histórico-Políticos de Tucidides.
[9] Herodoto de Halicarnaso; Historiador griego, autor de las Guerras Médicas entre griegos y persas (vivió y murió antes de Cristo).
[10] Calistenes de Olinto; Historiador griego, autor de las Expediciones de Alejandro Magno (vivió y murió antes de Cristo).
[11] Plutarco; Historiador griego, autor de varias obras (vivió y murió después de Cristo).
[12] Documento Final Cumbre Mundial de 2005 A/Res/60/1 24OCT2005
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